Editorial: Valdemar
Autor: Marcel Proust
Publicación:1913-1927
Es difícil hacer una crítica de la obra de Proust sin extenderme, por eso he decidido hacer las críticas de forma individual ya que los libros se han publicado de forma independiente.
Durante largo tiempo me
he acostado temprano, es la frase que da comienzo a
Combray, escrita en 1909 y que pertenece a la primera parte del volumen Por la
parte de Swann.
Combray comienza en el
mismo entorno que Proust utilizó para escribir su obra, en una habitación
dormitorio. Este pueblo francés, llamado Illiers, se mantuvo con este nombre
hasta 1971, en que se le añadió el nombre de Combray para hacer homenaje a la
obra de Proust; ahora se la conoce como Illiers-Combray.
Las primeras páginas de
pueden decepcionar a determinados lectores. En ellas el Narrador manifiesta un
estado en el que cuesta saber si está soñando, si está despierto o es una
especie de delirio; hay que tener en cuenta que Proust estaba enfermo y su vida
se estaba agotando en el momento de escribirla obra.
Combray es la etapa de la infancia y primera juventud del Narrador. Su salud era delicada debido a episodios de asma que lo fatigaban demasiado y le acompañaron durante su vida.
Su estilo de escritura
no gustaba a los editores, que no entendían el porqué de esas frases
interminables repletas de comas. Ahora, conocido como estilo proustiano, están
los que afirman que ello era debido al asma que padecía desde niño, y los que
dicen que era tan perfeccionista que constantemente revisaba los escritos a los
que terminaba añadiendo fragmentos.
Con el tiempo, en la
obra, sometida a infinidad de estudios, se han valorado su dimensión y amplitud
de registro dentro de la literatura francesa y se le ha colocado en el gremio
de Balzac y Victor Hugo.
A Proust le costó empezar a escribir. En Combray, hay un pasaje en el que cuenta la frustración que sentía cuando intentaba retener los pensamientos que le venían a la cabeza estando fuera de casa; de regreso intentaba escribirlos pero descubría que los había olvidado.
Lo más bonito e impresionante
de toda la obra es la sensibilidad, la pureza que hay en su escritura. La prosa
es poética, melancólica como él, cargada de pequeños matices que te sumergen en
toda una vida construida a partir de recuerdos. ¿Es esta la búsqueda de ese
tiempo perdido?
Mi interés por Proust
surgió hace siete años durante mi estancia en París. Cuando caminaba por sus
calles sentía que algo en mí se removía, y no hablo de la emoción de estar en
una ciudad como esta, me refiero a la sensación de sentir que la ciudad quería
hablarme, y no era su gente, era como si la ciudad tuviera alma, como si
quisiera contarme una historia de cada lugar que visité. Esta sensación, que yo
no sabía expresar, es la que me llevó a Marcel Proust. Cuando lo encontré
comprendí que era eso lo que sentía.
Proust heredó de Ruskin
un sentimiento capaz de ver los objetos más allá de un mero espectáculo, a creer
en ellos, en su belleza. Es el caso de la descripción de la iglesia de San
Hilario de Combray, fruto de su imaginación tomando como referencia las
iglesias de Normandia.
La obra completa es un
recuerdo, un paseo por su vida, y en Combray está el origen de todo. Un
personaje llamado Narrador le sustituye y será quien mire hacia el interior de sí
mismo y relate todo.
Me atrevería a llamar
momentos estelares a esos que considero destacan en Combray:
El
beso
antes de irse a dormir era sagrado para el Narrador. Tras la cena, debía
retirarse a su habitación y allí esperaba ansioso la llegada de su madre para
recibir el beso de buenas noches. Sentía debilidad por ella, deseaba prolongar
el momento de su llegada, estaba pendiente de escuchar los pasos antes de que
entrara en la habitación y saborear ese instante, porque lo que venía después
era el beso y la despedida hasta el día siguiente; cuanto más prolongara ese
momento más tiempo duraba su felicidad.
Así, las noches que
había invitados a cenar se iba triste a dormir; esa noche su madre no subiría a
darle un beso. La mayoría de las veces era el señor Swann. Este acudía con
frecuencia a cenar a la casa, de ahí los celos que toma el joven Narrador;
significaba prescindir de su madre y del beso de buenas noches.
Quizá el más mencionado
es La magdalena de Proust, reconocido
como el instante en que de forma inesperada el sabor de dicha magdalena desencadena
el torrente de su memoria y todo empieza a fluir.
No estoy segura de
haberlo entendido pero interpreto que se refiere a todos esos recuerdos que se
guardan en nuestra memoria a lo largo de la vida, quedan sumidos en el olvido y
puede que jamás despierten. Depende de si surge este fenómeno involuntario
causado por algún estímulo que el azar nos proporciona.
Luego están los caminos de Guermantes y de Méséglise o camino de Swann. Ambos senderos eran los elegidos para los paseos diarios de la familia y por los que el Narrador regresaba a casa. Estos dos caminos, llenos de pequeños instantes de los que él disfrutaba con los sentidos fueron los que le ayudaron a descubrir la vida.
En cuanto a los
personajes, si no todos, los más importantes formaron parte de la vida de
Marcel Proust. Fue muy dado a frecuentar los salones de la vida social de
París, y estos le valieron para su obra usando otros nombres.
Aún no tengo claro el
significado de la obra de Proust, qué buscaba en realidad ¿recobrar el tiempo perdido?
Tal vez se buscaba a sí mismo, tal vez se preguntó si había malgastado su
vida…A veces pienso que la reconstruyó mientras escribía la obra.
CITAS:
-Perdemos muchos
instantes de nuestro tiempo en nuestra corta vida, esos instantes de los que no
somos conscientes, esos en los que parece que no pensamos…
-Verdad es que, lo que
así palpita en el fondo de mí mismo, debe ser la imagen, el recuerdo visual
que, unido a ese sabor, trata de seguirlo hasta mí.
-…mamá era la primera
persona que le daba esa dulce emoción de sentir que su vida, sus dichas y sus
penas de aldeana podían presentar interés, ser motivo de alegría o de tristeza
para alguien que no fuera ella misma.
-¡Ojalá siga siendo
siempre azul el cielo para usted, joven amigo! Y hasta en esa hora, que a mí va
llegándome, en que los bosques están ya en sombra, en que la noche cae rauda,
habrá usted de consolarse como hago yo mirando hacia el cielo.
-El amor físico, tan
injustamente denigrado, obliga de tal modo a toda criatura a manifestar hasta
las menores parcelas que posee de bondad, de desprendimiento de sí, que
terminan resplandeciendo a ojos del entorno inmediato.
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