EDITORIAL:
Austral (Edición Especial)
PUBLICACIÓN:
2011
David Copperfield es una novela bastante minuciosa en el detalle, y aunque algunas descripciones puedan resultar innecesarias, otras aportan información sobre el estado emocional del narrador y sitúan al lector dentro de la historia.
Si hubiera que definir el sentido
de esta obra con pocas palabras, serían: Aprende, Acepta y Sigue.
David sitúa su relato momentos
antes de su nacimiento, anticipando que su destino está marcado según una
premonición de la comadrona y enfermeras que asisten a su alumbramiento. Su
niñez queda determinada por el abandono, el sufrimiento, la humillación y el
trabajo a temprana edad. Sin embargo, no hay en él rabia, amargura ni tristeza
manifiesta; me atrevería a decir que sufre más el lector que el propio
protagonista.
Es la primera obra que leo de
Dickens y he descubierto con ella que se puede disfrutar de una novela sin
giros inesperados ni grandes sorpresas, sin un desenlace que lo cambie todo. En
realidad, es el relato de toda una vida. El disfrute está en el recorrido: en
cómo David, de forma lenta pero constante, atraviesa diferentes etapas, supera
pruebas y va encontrando sentido a lo vivido.
El
amor
es un factor influyente en su maduración, aunque nunca lo tambalea ni lo
convierte en tragedia. Dickens lo presenta como un sentimiento que acompaña,
forma parte del camino y mantiene la misma serenidad que domina el resto de la
obra. En esta línea destaca Agnes, figura leal y constante, contrapunto
luminoso frente a amistades más ambiguas como la de Steerforth.
La amistad
con
Steerforth, desde el inicio, rebasa lo literal. Para David es admiración y
afecto; para Steerforth, está más destinada a halagar su ego que a ofrecer
verdadera reciprocidad. Aquí Dickens muestra cómo la necesidad de referentes
puede llevar a idealizar vínculos que no siempre son sinceros.
El encuentro con su
tía Betsey Trotwood marca un momento decisivo. Esta ya no es aquella mujer
brusca que vimos al comienzo, sino una figura bondadosa, con un pasado de
sombras, pero que ofrece a David acogida y un futuro.
La
vocación de la
escritura le lleva a la madurez. Gracias a ella, David logra transformar la
experiencia dolorosa en relato; su voz, antes silenciada, cobra fuerza y da
sentido a lo vivido. Aquí la novela roza lo autobiográfico. Dickens también
volcó en la literatura sus propias heridas y encontró en ella no solo un
oficio, sino una forma de dignidad.
David Copperfield no cierra con
un final que deje al lector con la boca
abierta. Dickens nos regala la narración de una vida en la que no se dramatizan
las emociones. El narrador ya ha comprendido su sentido y lo bueno y lo malo
están contados con serenidad. Más que una ficción, es la demostración de que
narrar la vida es también una manera de reconciliarse con ella.
CITAS:
—Mi querido Steerforth,
¿qué te pasa?
¡Querría con toda mi alma
que me hubieran guiado mejor! ¡Querría con toda mi alma ser capaz de ser más
bueno!