Durante la lectura del libro, de principio a fin, me he estado preguntando si sería capaz de pasar una noche en el museo del Louvre o en cualquier otro y no, no sería capaz, al menos a solas.
Tampoco he podido
evitar sentir un poco de agobio imaginando a la autora en la sala de las Cariátides,
a oscuras, sin más compañía que las obras que la ocupan. Han sido sensaciones
que han despertado en mí la curiosidad de saber que pretende Jakuta con esta
aventura nocturna.
Para recordar la sala
en cuestión le he hecho una visita virtual y así poder ambientarme; hace ya
algunos años que estuve por penúltima vez. Me quedé extrañada porque no
recordaba en las visitas que hice al museo haberla visto en esta sala, pero sí
es cierto que durante un tiempo estuvo allí expuesta.
Es posible que todo
esté relacionado, que la autora haya elegido la sala de las Cariátides por la
Venus de Milo, por esta esa imitación de treinta centímetros a la que hace
referencia al comienzo del libro.
He de reconocer que al
principio se me hizo un poco bola esta historia, pero según avanza me fue
gustando más y el final es bonito, aunque me he quedado con las ganas de saber
que llevaba en el bolso. ¿Alguien ha estado más fino que yo?
Y es que he observado,
que mientras va narrando, deja al lector con las ganas de saber los detalles
claves para sacar una conclusión clara de todo lo que cuenta.
Cuando describe el
contenido del bolso, antes de pasar el control, esa última cosa no dice qué es
y en el siguiente párrafo nos despista con que la comida está prohibida en el
museo. Es una forma de que nos olvidemos, temporalmente, de esa cosa que nunca
dice qué es porque la historia termina sin aclararlo.
Con la frase que su
padre le hacía: -¿Y tú cómo te las ingeniarías para robar La Gioconda? Crea un
doble sentido en la novela porque aunque está claro que lo que busca esa noche
es encontrarse con su padre, de igual manera nos deja con la incertidumbre de
si en algún momento se planteó robar la obra.
¿Es una estrategia para
que nuestra imaginación vuele y cada cual saque sus propias conclusiones?
Conmigo lo ha conseguido.
En el personaje de su
padre incluye su amor por el arte, su situación de exiliado y, como
consecuencia de ello, su estado de pobreza en una ciudad donde no es fácil
salir adelante.
Pero su padre es un
hombre que sabe ver el lado positivo de las cosas, lo que me llevó, por un
momento, a pensar en la película de La vida es bella.
¿Él era feliz así? ¿Le
importaba su hija? Yo quiero pensar que sí, pero entonces ¿por qué la dejó
abandonada en el museo? Una cosa más en que pensar…
Hay un momento en el
libro en que la autora hace mención a un pequeño hueco en la escultura de la
Venus. Puede que se haya inspirado en la nota que encontraron en la obra cuando
fue restaurada entre 2009 y 2010. La nota decía: Restaurée le 5 avril 1936 par
Libeau / Marbrier- Louvre.
Esto me ha llevado a
pensar que lo que guarda en el bolso es una nota para su padre en el interior
de la escultura. Allí quedará para la posteridad y, quien sabe, quizá en una
próxima restauración encuentren esa nota.
Concluyendo, creo que
Jakuta tiene una gran necesidad de buscar la parte buena, positiva de la
experiencia de ser hija de un hombre que tuvo que abandonar su país, uno que
dejó de existir como tal para coger otra identidad.
Moraleja: Con el tiempo, la edad, la experiencia, me ha llevado a pensar que a los niños, a los hijos, desde pequeños hay que contarles la verdad. De lo contrario les hacemos ver algo que no es y ellos, cuando se hacen adultos, reflexionan y descubren que lo que un día le contaron no era así.