AUTOR:
Marcel Proust
EDITORIAL:
Espuela de Plata
PUBLICIÓN:
29/11/2011
Los
salones y la vida de París
son un conjunto de artículos en los que Proust ya anticipa la que luego será su
obra. En total son once: seis están dedicados a la vida mundana en los salones de
París, cuatro a su vida en Combray, y el último es un texto aparte, y de
naturaleza distinta, que no está relacionado con su obra. Se titula La
muerte de las catedrales.
Este último es un ensayo publicado en 1904, a propósito de una polémica que se
originó sobre la separación entre la Iglesia y el Estado en Francia, y el
peligro de que las catedrales quedaran privadas de su función. Proust lo escribe
como crítico cultural.
En
cuanto a los artículos dedicados a los salones todos llevan nombre de mujer, y
en el caso del salón de la princesa Mathilde, de apellido Bonaparte porque era
sobrina del Emperador, es una figura histórica real y gran animadora de tales eventos. Es la única que después reaparece
evocada en A la busca del tiempo perdido.
Los
personajes que intervienen en los demás salones son reconocibles para el París
mundano de fin de siglo, personas que circulaban en los salones, cuyos nombres
tenían valor social en su momento, aunque hoy nos digan poco o nada.
Proust
ya desarrolla aquí el sentido crítico que proviene de su sensibilidad, y aunque
su narrativa todavía es un poco verde si la comparamos con la Obra, ya anticipa
a esa sociedad de la que fue partícipe y luego lo desencantó. Se podría decir
también que ya estaba alimentando el mundo de Guermantes.
Los
relatos de Combray me han refrescado la memoria de ese tiempo en el que aún era
un niño. Porque habiendo ya leído parte de la obra puedo saber cuánto iba a
descubrir.
Me
han hecho sentir la fragilidad de la inocencia, la intimidad de su conciencia,
la soledad que siempre he percibido en torno a él, aunque estuviera rodeado de
familia. Es como si este Combray inicial fuera más puro que el que incluye su
obra porque es un Combray vivido sin haber sido aún comprendido; porque sus recuerdos
no han despertado; porque no ha sido salvado por el arte.
CITAS:
—Sus palabras, como las abejas del Himeto
natal, tienen rápidas las alas, destilan una miel deliciosa y no carecen, a
pesar de eso, de un aguijón.
—A partir de ese instante, ya no tenía que
dar un solo paso, pues el suelo caminaba por mí en ese jardín en el que después
de mucho tiempo mis actos habían cesado de acompañarse de una atención
voluntaria: la costumbre me tomaba en sus brazos y me llevaba hasta mi lecho
como a un niño.
—…las
catedrales no son únicamente los más hermosos ornamentos de nuestro arte, sino
los únicos que viven todavía su vida integral, y han permanecido en relación
estrecha con el objeto para el cual fueron construidos.