EDITORIAL:
Círculo de Lectores
PUBLICIÓN: 2006
El
título Los girasoles ciegos lo interpreto como una metáfora de los
cuatro relatos que en este libro se narran. Sus connotaciones políticas son
bastante evidentes, pero mi lectura, y ahora esta reseña, se centran en el
sentido moral y emocional de cada historia.
Aunque
son relatos independientes, comparten una misma situación: los años de la
posguerra, desde 1939 a 1942.
¿Pudieron
evitar la muerte el capitán Alegría, el poeta, Juan Senra y Ricardo?
Ciertamente sí. Tuvieron la oportunidad y casi llegaron hasta el final, pero
las circunstancias agotaron su capacidad para elegir.
La
desilusión del capitán Alegría fue descubrir que el final de la guerra no había
traído la paz. Podemos pensar que su decisión fue absurda, pero cuando
descubres que mantenerte fiel a ciertos valores no garantiza la vida ni la
dignidad; cuando no encuentras una razón para seguir adelante; si no paras de
girar buscando una luz que no existe, encuentras la muerte.
En
la guerra, la derrota no solo está en la zona de combate. Sus consecuencias llegan
más lejos, a cualquier rincón, y no por huir estás fuera de peligro. En el
segundo relato, el poeta trata de salvar el amor que siente hacia Elena y el
ser que esta lleva dentro. No desea luchar en la guerra porque su ideal de vida
es escribir y formar una familia. Huyen porque ahora sienten que el mundo en el
que están no les corresponde. La guerra le ha quitado aquello para lo que
estaba hecho.
Juan
Senra, personaje del tercer relato, en su instinto de librarse de la muerte
teje una mentira del hijo del militar que lo interroga. Le dice lo que quiere oír
y eso le salva la vida, día a día, mientras ve morir a sus compañeros de
prisión. Pero a medida que aumenta su mentira, también lo hace la rabia que
siente por la ficción que ha construido y cansado del héroe muerto decide
contar la verdad. La derrota antes que vivir corrompido por crear la falsedad
de un soldado muerto.
En
el cuarto relato, y quizá el que más alusión hace al título, Ricardo y Elena viven
con su hijo Lorenzo en la oscuridad para preservar la identidad del padre, a
quien se le da por muerto cuando vive escondido en la casa. La supuesta
viudedad de Elena es atractiva para un diácono que anda tras ella. La familia
vive con el miedo a que su secreto sea descubierto destacando así el autor la
situación de clandestinidad tras la posguerra y la falta de libertad.
No
fueron derrotas individuales. Sus tragedias no dependen de quien gane o pierda,
o de si están en el bando correcto, se trata de lo que cada uno de ellos cree
que es justo y lo que se le permite hacer.
Un
ser humano puede sentirse moralmente atrapado en cualquier bando si su
conciencia entra en conflicto con lo que se le exige.
En
el absurdo moral de las cuatro derrotas cada personaje intenta orientarse, como
los girasoles, hacia una forma de luz, pero el mundo que habitan no permite que
esa luz exista. Por eso todos son girasoles ciegos.
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