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LOS GIRASOLES CIEGOS

AUTOR: Alberto Méndez

EDITORIAL: Círculo de Lectores

PUBLICIÓN: 2006


El título Los girasoles ciegos lo interpreto como una metáfora de los cuatro relatos que en este libro se narran. Sus connotaciones políticas son bastante evidentes, pero mi lectura, y ahora esta reseña, se centran en el sentido moral y emocional de cada historia.

Aunque son relatos independientes, comparten una misma situación: los años de la posguerra, desde 1939 a 1942.

¿Pudieron evitar la muerte el capitán Alegría, el poeta, Juan Senra y Ricardo? Ciertamente sí. Tuvieron la oportunidad y casi llegaron hasta el final, pero las circunstancias agotaron su capacidad para elegir.

La desilusión del capitán Alegría fue descubrir que el final de la guerra no había traído la paz. Podemos pensar que su decisión fue absurda, pero cuando descubres que mantenerte fiel a ciertos valores no garantiza la vida ni la dignidad; cuando no encuentras una razón para seguir adelante; si no paras de girar buscando una luz que no existe, encuentras la muerte.

En la guerra, la derrota no solo está en la zona de combate. Sus consecuencias llegan más lejos, a cualquier rincón, y no por huir estás fuera de peligro. En el segundo relato, el poeta trata de salvar el amor que siente hacia Elena y el ser que esta lleva dentro. No desea luchar en la guerra porque su ideal de vida es escribir y formar una familia. Huyen porque ahora sienten que el mundo en el que están no les corresponde. La guerra le ha quitado aquello para lo que estaba hecho.

Juan Senra, personaje del tercer relato, en su instinto de librarse de la muerte teje una mentira del hijo del militar que lo interroga. Le dice lo que quiere oír y eso le salva la vida, día a día, mientras ve morir a sus compañeros de prisión. Pero a medida que aumenta su mentira, también lo hace la rabia que siente por la ficción que ha construido y cansado del héroe muerto decide contar la verdad. La derrota antes que vivir corrompido por crear la falsedad de un soldado muerto.

En el cuarto relato, y quizá el que más alusión hace al título, Ricardo y Elena viven con su hijo Lorenzo en la oscuridad para preservar la identidad del padre, a quien se le da por muerto cuando vive escondido en la casa. La supuesta viudedad de Elena es atractiva para un diácono que anda tras ella. La familia vive con el miedo a que su secreto sea descubierto destacando así el autor la situación de clandestinidad tras la posguerra y la falta de libertad.

No fueron derrotas individuales. Sus tragedias no dependen de quien gane o pierda, o de si están en el bando correcto, se trata de lo que cada uno de ellos cree que es justo y lo que se le permite hacer.

Un ser humano puede sentirse moralmente atrapado en cualquier bando si su conciencia entra en conflicto con lo que se le exige.

En el absurdo moral de las cuatro derrotas cada personaje intenta orientarse, como los girasoles, hacia una forma de luz, pero el mundo que habitan no permite que esa luz exista. Por eso todos son girasoles ciegos.




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