EDITORIAL: Mestas
PUBLICACIÓN: 07/2022
La vida y la muerte. El principio y el fin. Si no vives no mueres. Hay que vivir para morir.
Iván
Ilich, se labra un buen porvenir escalando lo necesario. Esto exige un precio a
pagar mientras se encamina hacia ese objetivo. Tampoco se libra de esos
remordimientos que le van asaltando a medida que se da cuenta de lo que
sacrifica.
Una
de las fatalidades de la vida, ahora y siempre, es que no haya tiempo para
saborear aquello por lo que se lucha, que al llegar a la meta solo se disponga
de un breve tiempo para disfrutarla.
En
el momento álgido de su vida social, no personal, ve venir la muerte, que se le
acerca lentamente, se instala con él, se regodea en él, lo lleva a la
desesperación, hasta agotarlo. No quisiera para mí este final.
En
este caso lo importante no es el final, sino enfrentarse a esa transición que
lleva a la muerte. Iván Ilich, se da cuenta de cómo es el ser humano. Lo ve en
la sociedad que tiene a su alrededor.
Cuando
ves morir a alguien se puede sentir un alivio, entre comillas, de no ser uno el
finado. Se puede sentir miedo ya que somos conscientes de que otro día será el
nuestro, pero no hoy. Y como cosa natural seguimos adelante porque es ley de
vida. Es lo que se suele decir.
Me
llama la atención esa alusión que hace Iván a la mentira y a la compasión.
Tiene una lucha interna con la sensación que debe producir saber que te mueres.
Que tu vida y tus prioridades desaparecen contigo.
Le
atormenta la mentira que usan los demás, que al mismo tiempo suena a compasión.
Porque la otra alternativa es decirle directamente: —Lo siento, te estás muriendo.
No
será agradable ver nuestro final. Lo que Tolstoi pone de manifiesto es
precisamente esos últimos instantes que nos llevan a la muerte.
Es
la historia de Iván Ilich. Una reflexión. Una historia sencilla, humana, que
aún perdura porque vivimos y morimos. Como si la vida y muerte hicieran un
pacto y le permitieran una transición, antes de llegar al final, para hacer
balance de esa vida que nos ha tocado.
CITAS:
-
«¿Qué ocurrirá cuando deje de existir? Nada pasará. ¿Dónde estaré cuando no
exista? ¿La muerte? No, no quiero».
-La
salud, la fuerza y la vitalidad de los demás era algo que ofendía a Iván Ilich;
pero la fuerza y la vitalidad de Guerásim, lejos de afligirlo, contribuía a su
tranquilidad.
-
(…,) lo más doloroso para Iván Ilich era que nadie le compadeciese tal como él
quería.
-Se
debatía como el condenado a muerte que se debate en manos de su verdugo,
sabiendo que no puede salvarse;(…)