EDITORIAL: Hermida Editorial
PUBLICACIÓN: 2022
LECTURA: 03/12/2024 - 06/12/2024
RESEÑA:
No
elegí este libro por la autora, a la que desconocía por completo, pero al saber
que sus notas hablaban de Michel Montaigne decidí probar suerte y ver a qué me
arriesgaba.
Me
he encontrado con una desconocida filósofa que se inició en esta disciplina
cuando conoció al homólogo ruso Lev Shestov.
El
autor del Prólogo no incluye esta obra en la categoría de Ensayo. Son notas que
la autora escribió tomando como referentes «Las Confesiones y La Ciudad de
Dios» de San Agustín, los «Ensayos» de Michel de Montaigne y «Las ensoñaciones
del paseante solitario» de Rousseau.
Rachel
Bespaloff escribió, comentó e interpretó sobre lo que leía, de ahí que surgiera
El instante y la libertad en Montaigne. Era su intención conocer al autor a
través de su obra. Este fue uno de sus últimos escritos.
Con
esta frase justificó su muerte, a la que puso fin en 1949:
—«No
busquen otra razón para mi suicidio que mi extremo cansancio»
Es
posible que para este fin eligiera la libertad frente a la muerte de Montaigne,
que dice:
—«La
vida depende de la voluntad ajena; la muerte de la nuestra. La muerte
voluntaria es la más hermosa».
Bespaloff,
bajo la influencia del pensamiento existencialista, que tomó de su preceptor,
interpreta a estos tres pensadores en la individualidad que cada uno hace de sí
mismo, en el momento en que rompen con su yo anterior. Tres pensamientos
comparados en lo común y en el contraste del significado de la existencia, que
lo es todo.
San
Agustín deja lo mundano y adquiere el compromiso de convertirse al
cristianismo. Su instante es el momento del éxtasis, el momento de la
conversión. Se rechaza así mismo para elegir a Dios.
Montaigne,
desde un punto de vista más humano, no rompe su relación con Dios, pero se
separa de la inmortalidad y la Encarnación. Nos dice que la naturaleza lo ha
hecho libre y él se elige así mismo para decidir.
Y
Rousseau, con una visión filosófica de la felicidad próxima a la contemplación
se coloca en un estado de «quietismo crítico».
Muy
diferentes en apariencia; el conocimiento del Yo es la idea en que confluyen.
El
drama de San Agustín está dominado por el instante de la conversión.
Montaigne,
con los pies más en la Tierra que en el cielo, defiende valores como la
honestidad, el respeto, la tolerancia, etc., pero ante todo es estar en la
creación de uno mismo, desde que nacemos hasta que morimos, durante el instante
que es la vida.
Con
este breve libro, no solo descubrimos el punto de vista de una filósofa
bastante desconocida, creo que lo más productivo es la manera en que cada
lector descubre a estos tres pensadores.
Sin
duda, retomaré estas lecturas por su profundidad, y porque considero que tienen
mucho que enseñarnos.
La
autora termina con una frase de Montaigne que dice:
«Montaigne
no descendió a los infiernos. Nos enseña modestamente a no transformar la vida
en un infierno. Y esto es bastante difícil.
CITAS:
—Por
diferente que sea la inamovible voluntad divina de la cambiante voluntad
humana, ambas se parecen, mientras que el fatum pétreo de los estoicos la
niegan.
—La
cosa más importante del mundo es saber ser dueño de uno mismo. Ensayos, I,
XXXVIII.
—En
la verdadera amistad, en la cual soy experto, me entrego a mi amigo más de lo
que lo atraigo hacia mí. No solo prefiero beneficiarle a que me beneficie;
prefiero también que se beneficie a sí mismo antes que a mí. Ensayos, III, IX.
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