PUBLICACIÓN: 2022
EDITORIAL: Autopublicado
Agradezco a Ana Girón la oportunidad que me ha dado de leer esta novela.
Su narrativa es pulcra y con gran
destreza en el vocabulario.
La prosa transmite seguridad y
contundencia.
El título del libro me trajo a la
mente a don Quijote, obra que está presente la novela.
Prueba de ello, es el diálogo que
mantienen Paca y Manuel sobre la mencionada obra. Ambos se ensalzarán en una
discusión en defensa del Quijote, por parte de Paca, cuyo razonamiento
categórico surtirá efecto en Manuel. La escena es buena, con un toque de humor.
El sentido para los duelos y los
quebrantos en la novela se va viendo a medida que avanza esta. Todos los personajes
sufren de los unos y de los otros: —las
adversidades, dificultades, sufrimientos y desgracias a las que han de
enfrentarse.
Para unos supondrán un reto que
los hará crecer y, para otros, aunque lo intenten, las desavenencias los
conducirán a obtener lo que merecían.
Discernir si hay buenos y malos
entre los personajes sería complicado. Es una cuestión moral sobre la que cada
lector debe opinar.
Yo he sentido que la crueldad, el
deseo de venganza y carecer de escrúpulos con respecto a los demás, se palpan
en algunos personajes. Llegué a pensar que sus actuaciones eran el resultado de
las dificultades a las que tiene que enfrentarse, luego me convencí de que
algunos de estos ya nacieron con esa condición.
Haciendo alusión a la receta de
«duelos y quebrantos», la autora ha guisado una novela con unos ingredientes
difíciles de digerir, pero al catarla me ha parecido de un gusto exquisito.
Transcurre a saltos entre la
realidad de la Clínica, gobernada ahora por Elisa, con los recuerdos de la
Guerra Civil española vividos a través del Director y de Paca, siendo esta la
precursora de su sobrina en la clínica.
No hay un prólogo o introducción que anticipe algo. En el comienzo de la lectura me sentí un poco confundida con la situación al no saber qué estaba pasando. A veces la impaciencia me la juega. Tal vez la fuerza con que la autora expone el punto de partida de la novela me cogió desprevenida.
No hay que pensar mal, porque
todo se sabe en el momento justo. La narración de la historia nos va llevando
al lugar que corresponde, al mismo tiempo que sorprende con situaciones
inesperadas.
La trama principal es la adopción
ilegal de bebés que se lleva a cabo en la clínica cuando la dirigía Paca, y un
problema al que se enfrenta Elisa que no lo ve con buenos ojos. Es una cuestión
moral que lleva a reflexionar y que la autora trata sutilmente.
La más destacable es Elisa. Sus
duelos y quebrantos son los más desmesurados, pero consigue vencerlos para
después resurgir. Es el mejor personaje.
Para concluir, diré, que es una
novela que me ha causado gran expectación. La autora con su prosa aporta motivo
suficiente para disfrutar de la lectura. El placer de la lectura con «Duelos y Quebrantos» está
garantizado
CITAS:
—El Director salió derrotado de
casa de la Duquesa. Llevaba sobre su espalda la carga de Prometeo, revivida
durante todos los días de los años que podía recordar. El rechazo continuado
con el que se aísla a una persona no desaparece: empasta en un magma grumoso de
desaliento, que, al final, desborda para arrasar. Hastiado por ser incapaz de
digerir su vida tal y como era, decidió ponerle fin.
—La guerra reserva un efecto
catalizador a todo lo que impregna. Los días transcurren apresurados y la
muerte se anticipa. Los niños dejan de serlo, y los hombres, también.
—A veces lo sorprendía el
recuerdo del final de la guerra cuando las nubes negras de su destino más lo
acechaban. Si Hobbes señaló en el Leviatán que «la información es poder», el
Director podría reafirmarlo argumentando que la falta de conocimiento había
dejado a todos sin autoridad sobre su persona. Esa carencia permitió el
camuflaje del otrora soldado entre los supervivientes de aquellos a los que
arrasó, eso sí, siempre con el temor a ser descubierto. Como con cualquier
falta, en el pecado también se carga con la penitencia.
—Han sido muy pocos los que han
reconocido haber hecho la guerra en el otro bando, uno de ellos ha sido ese al
que tú has consagrado. Tantos hombres contando la misma historia… No es
creíble; por eso los matan. Nadie cree que un ejército de inocentes haya podido
mantener la guerra durante todo este tiempo. Y eso vale tanto para los que
dicen haber ganado como para los que no —respiró apesadumbrada.
—Se llega a la indiferencia
practicando la indiferencia.
—No sabría distinguirle, entre
los muertos que dejé, quiénes eran de los míos y quiénes los otros, porque
aquello era un enjambre sin Dios. Una locura. Lo único que recuerdo con nitidez
es el miedo.
—Todos los golpes de la vida se
pueden tratar o desatender. Tú decides cómo obrar con las heridas del cuerpo y
también con las del alma. El tiempo, por sí solo, ni cura ni mata.
—Elegir por los demás atendiendo
a indicios en principio desfavorables nunca ofrece garantías. Por poco que uno
tenga, lo que todos queremos es decidir por nosotros mismos. No hay nada más
bonito que disponer de esa soberanía. Eso es lo primero que se pierde cuando
quien sea impone a otro una creencia o proceder.
— ¿Sabes? No fue por el asalto y
luego el cambio político. Y tampoco por
el exilio de los que tuvieron que irse. Si la guerra cambió la vida de tanta
gente, fue por estas atrocidades.
-Tocó fondo, si bien, su
particular bajada a los infiernos le ofrecía una envidiable óptica desde donde,
por fin, descubrir la dimensión real de los elementos que la rodeaban.
-No somos como nos compartamos en
un momento determinado. Lo que nos define es la regularidad en nuestra manera
de proceder.
-Lo que a Manuel le indicaba ahora su lucidez
era que todos podrían ser sus verdugos y, por anticipación, cualquiera corría
el riesgo de convertirse en su víctima.
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