EDITORIAL: Anagrama
PUBLICACIÓN: 1986
Porque éramos jóvenes es una
de las primeras novelas de Josefina Aldecoa. Se ambienta en la posguerra
española, en los años cincuenta, época arrastrada por la Guerra Civil y una generación
marcada por la represión y la falta de horizontes, pero también con la ilusión
y la necesidad de abrirse camino en un país cerrado.
Al parecer la obra tiene cierto
carácter autobiográfico en algunos aspectos: Aldecoa recoge las vivencias de su
propia juventud y las de quienes compartieron con ella la experiencia de crecer
en un tiempo difícil, y vuelca en esta obra sus recuerdos de estudiante.
Es una novela íntima que invita a
reflexionar sobre los personajes: jóvenes con vidas fragmentadas que, pese a
sus diferencias, se ven obligados a elegir un único camino.
Toda gira en torno a la figura
ausente de David, cuya vida y desaparición marca profundamente a los demás
personajes. David quiso vivir en un
mundo que no le correspondía, pero en realidad no hizo nada por alcanzarlo.
Los sueños que no se persiguen
pueden pesar tanto como las derrotas. Creo
que este es uno de los mensajes más importantes de la novela
Entre quienes lo rodearon, hubo alguien
que sufrió por las decisiones de David. Su enfado, su rebeldía y la herida que
arrastra son la prueba de que la pasividad de este tuvo consecuencias reales.
En cambio, otra mentalidad, en
otro de los personajes, encontró horizontes nuevos; supo tomar distancia y
reinventarse.
A otros los marcó el miedo, no
tanto por la resignación, sino por la posibilidad de rendir cuentas no
deseadas.
La novela, es un ejercicio de
memoria compartida entre los personajes. A través de recuerdos, conversaciones
y silencios, Aldecoa dibuja un retrato íntimo de una juventud que quiso más de
lo que se atrevió a vivir.
La lectura nos devuelve a una
España cerrada y gris, aunque lo más revelador es comprobar cómo las tensiones
entre lo que deseamos y lo que hacemos siguen siendo parte de cualquier
juventud.
CITAS:
—Su guerra fue muy corta y muy
lejos. Nadie les ha pedido privaciones ni austeridades cuando terminó.
—Los padres viven obsesionados
con la libertad de su hijos. No quieren reprimir nada en su conducta, en su
forma espontánea de comportarse. No quieren castrar a sus hijos.
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