PUBLICACIÓN:
1997
EDITORIAL:
BestBolso
Pedro Páramo es una novela compleja, donde nada es lo que parece. Esto no la hace menos atractiva, la narrativa es tan poética que invita a querer leerla.
Es
una historia que transmite tristeza, soledad y ausencia de muchas cosas. Comala
es un pueblo muerto, pero no está vacío. Sobreviven las voces de los muertos
que vivieron allí y no han encontrado la paz. Unas almas que cargan con el peso
de sus acciones, donde los muertos no descansan porque la vida que llevaron
estuvo marcada por el pecado, el desamor, y la falta de justicia. Están
atrapadas en un limbo entre la realidad y la muerte.
Este
estado de limbo hace que la novela haga difícil la comprensión, pero estas voces
son esenciales en la novela porque desvelan los misterios que encierra Comala y
Pedro Páramo, el protagonista de la historia.
No
existe el futuro. El pasado y presente tampoco están definidos. El único
presente que he percibido es el de Juan Preciado hasta que llega a Comala
buscando a su padre, Pedro Páramo. Tal es así que al principio creí que los
personajes estaban vivos. Pero a medida que avanza la historia se percibe una
situación anormal.
Juan
Preciado está presente en toda la novela, pero esta no gira solo en torno a él.
En un sentido simbólico, más que literal, Juan abre la caja de Pandora cuando
llega a Comala, haciendo que afloren las revelaciones sobre el pasado trágico
del pueblo.
Los
diálogos de los muertos fluyen de forma tan natural que parecen estar vivos.
Además, hay un narrador omnisciente que va relatando esa parte de las vidas de
los personajes que Juan Preciado no conoce.
El
principal causante del desastre en Comala es Pedro Páramo. Su abuso de poder y
su indiferencia hacia las personas consiguió destruir la vida de muchas de
ellas en el pueblo.
El
padre Rentería representa la Iglesia. Hombre débil y de «poca fe» fue incapaz
de llevar a sus feligreses por el buen camino, y tampoco rechazó los favores de
Pedro Páramo. Una combinación ideal para que los habitantes de Comala se sintieran
desamparados.
Además,
tal vez como consecuencia de las acciones de estos dos hombres, los habitantes
de Comala cayeron en la indiferencia y la resignación.
Como
lectora incipiente de autores mexicanos y de la historia de este país, Juan
Rulfo me ha dejado buena impresión. Creo que la mejor manera de acercarse a
Pedro Páramo no es obsesionarse con descifrar los límites entre lo real y lo
sobrenatural: si Juan Preciado habla con los muertos de Comala o si todo esto
es fruto de su imaginación.
Más
bien, al dejar de lado esa necesidad de entenderlo todo y limitarse a escuchar
las voces que narran sus vidas —ya sea dirigiéndose a Juan Preciado o entre
ellas mismas—, descubrimos las historias de los personajes que habitaron
Comala. Y es allí donde radica la verdadera riqueza de esta obra.
CITAS:
-Llegué a la plaza, tienes tú razón. Me llevó hasta allí el bullicio de la gente y creí que de verdad la había.
-Yo los oía. Eran voces de gente; pero no voces claras, sino secretas, como si me murmuraran algo al pasar, o como si zumbaran contra mis oídos.
-¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?
Debe andar vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella. Tal vez me odie por el mal trato que le di; pero eso ya no me preocupa.
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