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PEPITA JIMÉNEZ

 

AUTOR: Juan Valera

EDITORIAL: Club Internacional del Libro

PUBLICACIÓN: 2020



RESEÑA:

Pepita Jiménez, publicada en 1874, fue la primera novela de Juan Valera. Su estilo clásico, detallado, elegante y gracioso nos sitúa en el siglo XIX, con unos personajes cuyos comportamientos son el retrato de la lucha entre los deseos personales y las expectativas impuestas por la sociedad.

Aunque el argumento se basa en una historia de amor, no entra exactamente dentro de la novela romántica: en ella prevalece el compromiso, la complejidad de las relaciones humanas, las aspiraciones personales, las presiones sociales y el amor como sentimiento creador del conflicto.

El joven protagonista es un seminarista de veinte años que por encima de todo desea ser ordenado sacerdote. Unas prolongadas vacaciones en casa de su padre después de terminar en el seminario pondrán a prueba sus votos religiosos creándole un conflicto interno.

La primera parte del libro es epistolar: a través de numerosas cartas que el protagonista escribe a su tío, el deán, le cuenta su día a día en el pueblo, junto a su padre. Estas avanzan de forma muy ordenada y lleva al lector a conocer los sentimientos más íntimos del joven que aspira a ser sacerdote, y cómo descubre que todo empieza a desmoronarse.

En el pueblo vive también Pepita Jiménez, una mujer hermosa, apasionada de la vida, independiente, que desafía las normas sociales, despierta el interés de Luis y se convierte en su obsesión. Ella representa la tentación que interrumpe las aspiraciones espirituales del joven.

En la segunda parte hay una voz narradora implícita, el deán, tío del seminarista, quien está al tanto de la situación por todas las cartas que le escribió y conoce el desenlace. Lo que no queda aclarado es si el deán conoce el final de esta historia porque el sobrino se lo contó o porque lo dedujo. Es por tanto la persona más indicada para sacarnos de dudas.

Y aunque al comienzo de esta se diga que solo una persona conoce lo que allí ocurrió después: Solo una persona, que por casualidad vino a saberlo, puede dar razón de lo que pasó después…, quiero señalar a un segundo personaje que también es testigo y cómplice de la situación, aunque no se la considere narradora.

Ambos representan dos formas de conocimiento que se complementan: el deán comprende la situación y la analiza y Antoñona tiene un conocimiento más emocional, lo siente más que lo entiende.

Y luego está el padre del seminarista, que si no lo he mencionado hasta el final es porque en este punto es donde mejor se muestra. Cuando ya todos estamos al tanto de la situación y esta se ha resuelto, aún el hijo, con miedo y vergüenza, tendrá que dar una doble explicación a su padre de lo ocurrido.

¿Cómo se resuelve todo? Para eso hay que leer esta bonita historia en la que, si la trama es buena, la forma en que está narrada lo es aún más.

 

CITAS:

...a menudo me inclino a creer que la viuda se ama a sí misma, sobre todo, y que para recreo y efusión de este amor tiene los gatos, las flores y al propio niño Jesús, que en el fondo de su alma tal vez no esté muy por encima de los canarios y de los gatos.

Realizado así cuanto nos rodea, amando y estimando a las criaturas por lo que son y por más de lo que son, procurando no tenerse por superior a ellas en nada, antes bien, profundizando con valor en el fondo de nuestra conciencia para descubrir todas nuestras faltas y pecados, el corazón se sentirá lleno de afectos humanos, y no despreciará, sino valorará en mucho el mérito de las cosas...

Porque yo me digo: si amo la hermosura de las cosas terrenales tales como ellas son, y si las amo con exceso, es idolatría; debo amarla como signo, como representación de una hermosura oculta y divina, que vale mil veces más, que es incomparablemente superior en todo.




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