Lo bueno de las
trilogías, si son buenas, es que una se alegra de encontrarse de nuevo con los
personajes que quedaron silenciados, encerrados en su historia cuando terminé
de leer la primera parte de Terra Alta.
Me ha encantado leer Independencia y encontrarme de nuevo
con Melchor Marín, un poli que llegó a serlo porque leyó Los Miserables de
Víctor Hugo mientras estuvo en la cárcel. En esta segunda parte lee a su hija
la novela de Miguel Strogoff.
Melchor es requerido en
Barcelona por el inspector Blai, en comisión de servicio, para investigar un
caso de extorsión que tiene en vilo a la alcaldesa de Barcelona.
No es Ada Colau. Han
pasado cuatro años de lo ocurrido en la Terra Alta, estamos en 2025 y se trata
de Virginia, su sucesora.
Melchor accede a la
petición del inspector y se traslada a la ciudad, de forma temporal, con su
hija Cosette. Se instalan en casa de Vivales, el abogado que lo sacó de la
cárcel y del que intuye que podría ser su padre por como lo ha tratado siempre.
Además del equipaje, viajarán con él dos cosas que aún no ha superado y
resuelto respectivamente: la ausencia de Olga, su mujer, y la muerte de su
madre.
En Independencia, el pasado de Melchor no queda atrás, sigue latente
en su mente y en el transcurrir de la nueva etapa que se le viene encima en
Barcelona. Después de cuatro años no ha cambiado un ápice.
Además, es un personaje
creado con esa capacidad que tienen algunas personas para aislar y organizar en
su mente cada uno de los asuntos a resolver. Es observador, callado, templado,
cumplidor de la ley y al mismo tiempo justiciero. Esto último en las novelas
queda muy bien, pero en la vida real no es tan fácil actuar así. Aunque dado el
comportamiento de determinados seres humanos, a veces, dan ganas de dejarse
llevar…en fin, me gusta emocionarme con las novelas, vivirlas.
La novela tiene una
lectura fácil, con diálogos realistas que permiten conocer a los personajes.
Cada uno de ellos, los más importantes, tienen una historia detrás que se
descubre antes o después. Esto, en mi opinión, hace que el personaje se
convierta en más entrañable y familiar para el lector.
No es el caso de la
alcaldesa. Ella es la víctima y podría ser el personaje más importante junto a
Melchor, el poli. Sin embargo, es más secundaria, porque aunque el hilo del
libro sea la extorsión que le hacen a ella, esto es la parte de novela
policíaca que no pasa de ahí.
El autor utiliza esta
trama para adentrarse en la política de Barcelona y Cataluña, y hacer una
crítica de cómo, a través del poder, se pudo fraguar el proceso catalán y la
declaración de independencia de Puigdemont.
A través de tres
familias poderosas de Cataluña, sus respectivos hijos, Casas, Vidal y Rosell,
niños bien con todas las opciones por delante para llegar a lo más alto, en
educación y forma de pensar dejan bastante que desear.
Son amigos entre ellos,
casi desde la infancia, y de mayores ostentan cargos políticos en el
ayuntamiento de Barcelona gracias a esa influencia.
Una amistad que, en su
nacimiento, puede parecer verdadera pero luego mostrará otra cara: la ambición
en la que han sido educados no conoce la piedad. Ellos tienen el poder, el
dinero se lo da, se creen invencibles porque poseen esa arma tan poderosa que
les permite satisfacer aquello que desean.
Hay alguien más, Ricky
Ramírez, un cuarto amigo de la juventud que se une a los ya mencionados durante
la etapa de estudiantes. Dejándose llevar éste por los otros porque quiere parecerse a ellos, como una piña, cometerán
una serie de barbaridades para divertirse sin que no ocurra nada. Pero el
tiempo lo devuelve todo y ahora, cuando ocupan sus cargos de políticos, la vida
pone las cosas en su lugar, donde tienen que estar.
Todos, de manera
directa o indirecta, se verán involucrados en la extorsión a la alcaldesa. El
más débil será descubierto por Melchor, quien confesará sin pudor alguno como
se fue fraguando todo hasta el final. Es la mejor información que ha podido
recibir el poli para resolver el caso.
Y aquí viene lo bueno,
la forma en que Melchor resuelve el caso. Un final que me ha sorprendido. No lo
he visto venir. Era evidente que en algún momento Melchor descubriría quién
mató a su madre, y en esta segunda parte el autor se vale del factor sorpresa.
Estaba tan imbuida en cómo
se va aclarando el caso de extorsión a la alcaldesa, como se van atando todos
los cabos para dar con el culpable o culpables y, de repente, intuyes que
Melchor va a cazar dos pájaros de un tiro. Su sed de venganza queda satisfecha
en este final de la historia que no me ha dejado indiferente por como decide
resolverlo.
Se le tuvieron que
hacer muchos nudos en la garganta al poli imaginando para sí mismo, con el
horror reflejado en su cara, cuando le describen con pelos y señales la forma
en que murió su madre.
Para finalizar esta
reseña, no podía dejar pasar un detalle que para mí ha sido novedad. En esta
novela, Cercas hace uso de la metaliteratura, como lo hizo Cervantes cuando
escribió El Quijote y como han hecho otros después de él. El autor hace
referencia a la primera novela de esta trilogía, Terra Alta.
Los compañeros de
trabajo de Melchor, Rosa Adell, Vivales, en el Ayuntamiento,…, todos saben de
una novela que ha escrito un tal Cercas sobre Melchor que se llama Terra Alta.
Y es que desde los atentados de Barcelona y Cambrils de 2017, Melchor está
considerado como un héroe por su participación. Los medios están interesados en
que cuente su versión ya que hay un debate entre los que afirman que todo lo
que cuenta Javier Cercas en la novela es ficción y otros que es realidad. Pero
él no la ha leído, no está interesado en hacerlo.
Recomendable.
CITAS:
-Cuando los hechos
cambian, cambio de opinión. ¿Qué hace usted?... La gente que piensa siempre lo
mismo no cambia. Y yo pienso mucho, así que he cambiado mucho. (La alcaldesa)
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