EDITORIAL: Destino
PUBLICACIÓN: 1996
PREMIO NADAL: 1944
Es una historia que
no me ha dejado indiferente. Tan bien escrita que despierta sentimientos
buenos, malos, tristes…, sobre todo tristes, por la situación que vive Andrea cuando llega a Barcelona.
Han sido unos días
en los que incluso cuando no tenía el libro en mis manos, no he podido quitarme
a Andrea de la cabeza, y ahora que ya lo he terminado, la congoja continua en
mí, pero con la tranquilidad de que ella ahora tiene una vida mejor.
Andrea es la
protagonista en esta historia, narrada en primera persona, y con abundantes
descripciones que ella misma hace. Son reflexiones que nacen en su interior,
producto de esa vida solitaria que tiene.
Huérfana de padre y
madre, se traslada a vivir a Barcelona, a casa de sus parientes maternos, que
no son una familia corriente, dicho en el sentido más catastrófico.
En la casa habitan
su abuela, su tía Angustias y dos tíos, Román y Juan. Este último está casado y
tiene un bebé. Además está Antonia, la criada, y su perro, Trueno. Los únicos
que no están idos son el perro, el niño y Andrea.
Al llegar al piso,
nada más atravesar el umbral de la puerta, queda espantada ante semejante
espectáculo; si te lo cuentan no te lo crees, pero en ocasiones la realidad
supera a la ficción.
Los parientes de
Andrea viven en un piso donde lo que abunda es el hambre, la suciedad, el odio
entre los hermanos que, de vez en cuando, se muestran violentos. Una jauría de
locos que mejor no probar.
En los primeros
capítulos no dejaba de repetirme porqué esta chica no salía huyendo de allí.
Pues no, decide
quedarse; no hay otra alternativa.
Ella es una chica
introvertida, sosegada y silenciosa que no molesta en la casa; se aguanta con
lo que hay y sigue instrucciones. Porque aunque su comportamiento no lo
demuestre, su objetivo es buscar su porvenir. Pero claro, con la situación que
tiene, es complicado.
Los primeros días le cuesta adaptarse a su nuevo hogar, si es que se le puede llamar así, pero a medida que avanza la novela se va acostumbrando, aunque la situación no mejore.
Angustias, tía de
Andrea, hace de tutora con la intención de educarla a su manera, algo que no
consigue porque Andrea se limita a obedecer pero luego, como dice el refrán:
"Quien calla y otorga hace lo que le viene en gana"
Fuera de casa tiene
otro mundo, la universidad, pero su estado de presentación es tan precario que
se avergüenza de ella misma.
La novela está
ambientada en la época de la posguerra pero no se hace demasiado hincapié en
ello. Se centra, sobre todo, en el comportamiento y estado de los personajes
que, perfectamente lo segundo, puede haberlo provocado la situación del
momento.
La forma en que se
tratan uno a otros, denota que sus cerebros no dan para más. Son ese tipo de
personas que cuanto más tienen más peligro corren los que están a su alrededor.
Por suerte, lo
único que da vida a Andrea es la universidad, en la que consigue hacer amigos
y, entre ellos, está Ena, una chica en la que su vida difiere mucho de la de
ella.
En el caso de Ena
no es oro todo lo que reluce, aunque ayuda mucho. Ambas amigas son muy
diferentes pero llegan a complementarse, y a pesar de tener un bache en su
relación como amigas, al final lo arreglan.
No sé si me ha
pasado por alto un detalle en la novela, que en realidad no se muestra o se da
por entendido, y es el motivo por el que Ena se acerca a Andrea.
Porque analizando
una serie de cosas que ocurren en el comportamiento de la primera y lo que
luego se descubre, tiene sentido que haya un interés de Ena hacia Andrea.
En conclusión,
NADA, es una novela que puede resultar tremenda a ojos de muchos por la actitud de los personajes, por el
realismo en los diálogos y las acciones, sobre todo de Juan y Román.
Es el reflejo de
una época en que las cosas no estaban fáciles para mucha gente, y la autora lo
expresa a través de estos personajes. Tal vez porque dada su juventud, tan solo
veintitrés años, la situación política de la época le pasó un poco de refilón.
En cualquier caso
no dejéis de leerla, os gustará.
CITAS:
-Quise pensar que
me había equivocado de piso, pero aquella infeliz viejecilla conservaba una
sonrisa de bondad tan dulce, que tuve la seguridad de que era mi abuela.
-Cuando Angustias
me abrazaba o me dirigía diminutivos tiernos, yo experimentaba dentro de mí la
sensación de que algo iba torcido y mal en la marcha de las cosas. De que no
era natural aquello.
-ABUELA.- Niña, no
se debe escuchar por las cerraduras de las puertas. Mi madre no me lo hubiera
permitido, pero tu eres huérfana...Es Por eso…
-Entonces fue
cuando empecé a darme cuenta de que se aguantan mucho mejor las contrariedades
grandes que las pequeñas nimiedades de cada día.
-De la casa de la
calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así lo creía yo entonces.
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