AUTOR:
Benito Pérez Galdós
EDITORIAL: Reino de Cordelia
PUBLICACIÓN: 13/01/2020
Fortunata y Jacinta es una novela extensa que se devora con
rapidez y soltura.
En ella se retrata el amor, alguno más tremendo que otro; la
sociedad de la época y los conflictos en los que se ven envueltos todos los
personajes que participan en ella.
Con Fortunata y con Jacinta, se muestran las dos caras de la
sociedad madrileña, la pobreza y la riqueza, respectivamente. Dos mujeres que
nada tienen en común, salvo el hombre al que aman. Y como en la vida no se
puede tener todo, Jacinta carece de algo que tiene Fortunata.
Durante la soltería de Juanito Santa Cruz, con futura esposa
en proyecto por decisiones familiares, conoce a Fortunata. Esta será una
aventura pasajera para él que dejará huella en la joven.
Una vez casado Juanito con Jacinta, esta no deja de instigar
a su marido para que le cuente su pasado. Satisfecha dicha inquietud, la esposa
pasa a convertirse en un personaje plano. Solo vuelve a destacar cuando descubre
su desgracia y trata de ponerle remedio.
La «pobre» Fortunata, no solo de palabra y dada su
situación, se dejará influenciar por los que saben más que ella. La casarán con Maximiliano, no sin antes
someterla a una «cura» en un convento apto para enderezar a las descarriadas
como ella.
Es un personaje fuerte y con carácter. Puede que sacara algo
positivo de ese retiro espiritual, pero sus
sentimientos en el amor se mantuvieron intactos.
Estas dos mujeres son el hilo conductor de la novela. Sobre
ellas, se van tejiendo las vidas de los demás personajes, con gran trasiego y
poca tregua, con un narrador omnisciente que narra la idiosincrasia de cada uno
de ellos.
Las más dominantes, las que lo gobiernan todo y a todos, son
Guillermina y doña Lupe. ¡Ojo a estas dos! No hay quien pueda con ellas.
El trasfondo político, en segundo plano, revela los
diferentes estados de gobierno que se dieron en la época. Es algo que Galdós no
podía evitar reflejar en sus novelas.
Madrid es la ciudad por excelencia que el autor utiliza como
escenario. Plazas y calles son protagonistas, como los de los cafés de la época,
en los que tenían lugar las tertulias literarias y de otras índoles.
La religión es otro tema presente. Todos los personajes son
creyentes, los de buena y mala vida; unos practican más que otros. Galdós trata
este tema con ironía y critica, en especial, a los que la representan.
No es del género dramático, solo al final se deja ver. ¿Es
un final razonable tal y como se presenta la situación en el momento de dar
concluida la novela? Seguro que se podrían haber planteado otras, pero esta es
la que se escribió.
Es una obra para disfrutar con los diálogos de los
personajes, las comparaciones que hace de ellos don Benito con personajes
históricos, los apodos que les asigna según el aspecto físico haciendo una
caricatura de ellos.
Con una prosa que es para deleitarse, nos enfrentamos a una
trama muy revuelta; dicho en el sentido de los numerosos personajes y
acontecimientos que tienen lugar. Pero no hay que alarmarse, todo transcurre de
forma ininterrumpida. Los capítulos tienen continuidad. El lector no se
confunde porque todo está descrito de manera impecable.
Son historias de la vida, y contadas por don Benito suenan
mucho mejor. Predomina el buen humor y una palabrería que se podría decir
típica de la época. Sin embargo, después de haber leído otras obras de este
maestro creo que son más de su cosecha.
Lectura muy recomendada.
CITAS:
—Aquella gran mujer, heroína y mártir del deber, autora de
diecisiete españoles, se embriagó de felicidad solo con el olor de ella, y
sucumbió a su primera embriaguez. (95)
—Pero aunque non sepa apreciar bien la sucesión de los días,
el amor aspira a dominar en el tiempo como en todo, y cuando se siente
victorioso en lo presente, anhela hacerse dueño de lo pasado, indagando los
sucesos para ver si le son favorables, ya que no puede destruirlos y hacerlos
mentira.
—«No se premite tender rropa, ni clavar clabos», decía en
una pared y don José exclamó:
—¡Vaya una barbaridad!...¡Ignorantes!...¡Emplear dos
conjunciones copulativas! Pero pedazos de animales, ¿no veis que la primera,
naturalmente, junta las voces o cláusulas en concepto afirmativo y la segunda
en concepto negativo?...Y que no tenga qué comer un hombre que podría enseñar
la Gramática a todo Madrid y corregir estos delitos del lenguaje!...
—Bien decía doña Lupe que, así como el primogénito se
llevaba todos los talentos de la familia, Nicolás se había adjudicado todos los
pelos de ella. Se afeitaba hoy, y mañana tenía toda la cara negra. Recién
afeitado, sus mandíbulas eran de color pizarra. El vello le crecía en las manos
y brazos como la yerba en un fértil campo, y por la oreja y narices le asomaban
espesos mechones. Diríase que eran las ideas, que cansadas de la oscuridad del
cerebro se asomaban por los balcones de la nariz y de las orejas a ver lo que
pasaba en el mundo.
—Es que de tanto pensar me ha entrado talento, como a
Maximiliano le entró de tanto quererme, y ese talento es el que me dice que me
debo casar, que seré tonta de remate si no me caso.
—La mujer soltera es una esclava; no puede ni menearse. La
que tiene un peine de marido tiene bula para todo.
—«La moral política es como una capa con tantos remiendos
que no se sabe ya cuál es el paño primitivo».
—Ya está en pie la rata eclesiástica. Ahora se va a escuchar
siete misas lo menos... y a tratar de tú a la Santísima Trinidad. ¡Pobrecilla
qué sacará de todo eso!
—...la continuidad de los sufrimientos había destruido en
Jacinta la estimación a su marido, y la ruina de la estimación arrastró consigo
parte del amor, hallándose por fin este reducido a tan míseras proporciones que
casi no se le echaba de ver.