Es un libro que al
empezar no me enganchó demasiado, no porque la historia no fuera interesante,
que lo es, sino porque le pasa como al vino, le falta cuerpo; es de esos libros
que pienso que no me va a gustar pero no me atrevo a dejarlo por si luego mejora.
A medida que fui
avanzando en la lectura, los hechos reales en los que se ha basado la autora
van tomando interés y la lectura se hace más amena.
Aun así, terminado el
libro, me ha gustado más lo que cuenta que cómo lo cuenta; no me ha terminado
de llegar.
Es un episodio
escalofriante de la guerra que no te deja indiferente, y seguro que ha sido un
trabajo de investigación de lo más interesante para la autora, pero a la hora
de plasmarlo en el papel lo hace con cierta suavidad, un poco escaso de
emoción.
Hay momentos en los que
se ve venir lo que va a ocurrir después porque va contando a un tiempo pasado y
presente.
El final es más emotivo
en las últimas reflexiones que hacen Emma y Ludka, sobre cómo han transcurrido
sus vidas, el destino que las unió, las separó y volvió a unir, en la confesión
de Isabel hacia su hija Emma.
Es ficción basada en un hecho real, ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial y la primera etapa franquista en España. Tiene lugar en Barcelona, ciudad a donde llegaron niños polacos que fueron separados de sus padres.
Hitler quiso crear una
pura raza aria a costa de niños, en este caso polacos, para germanizarlos; eran
considerados hijos de descendientes de alemanes que emigraron a Polonia.
El tema central del
libro trata la historia de todos esos niños secuestrados para convertirlos en
alemanes hasta el punto de hacerles olvidar sus orígenes. Fueron adoctrinados
en la ideología nazi y luego adoptados por matrimonios alemanes.
Cuenta la autora que la
idea de este libro partió de un reportaje publicado en 2008. Dicho artículo
está dedicado a los ciento cincuenta niños polacos que fueron recogidos por la
Cruz Roja Internacional y alojados en un orfanato de Vallcarca entre 1946 y
1956. Necesitó un trabajo de investigación en casos reales, que recopiló, para
poder hacerles un homenaje a través de su libro.
Ludka es el personaje
principal y ficticio que representa a estos miles de niños sacados a la fuerza
de su país de origen y cuya identidad fue borrada. Terminada la guerra los
trasladaron a Barcelona, los alojaron en centros creados para ellos a la espera
de ser reclamados por algún familiar.
Isabel y Emma, madre e
hija respectivamente, esperan la llegada de estos niños. Ludka significará
bastante en la vida de Emma y será recíproco por parte de Ludka.
El sentimiento que
surge de Ludka hacia Emma me parece de absoluta normalidad, pero mi pregunta es
si era necesario incluirlo. Ludka podía haber tomado la misma decisión sin
necesidad de justificarla a causa de ese sentimiento. Es cierto que eran años
complicados, estaba mal visto pero era muy lógico que Ludka necesitara tomar
las riendas de su vida en un país diferente una vez conocida su verdadera
identidad.
Wanda Morbitzer Tozer,
personaje real que aparece en esta historia, fue consejera del Consulado
Honorario de Polonia en Barcelona y miembro de la Cruz Roja Internacional. A
través de ella se gestiona todo para la creación del orfanato.
En palabras de Gisela
Pou: Es una historia de resistencia en tiempo de guerra y, sobre todo, un
homenaje a los niños y niñas que han sufrido el devenir de la historia y son
víctimas del desarraigo, de la sensación de no pertenecer a ninguna parte
porque, como a las plantas, se las ha arrancado de raíz para colocarlas en otra
tierra.
Tiene que ser demoledor llegar a la etapa final de la vida y reconocer que no hay vuelta atrás, que todo se termina y vivir con un pasado que te hubiera gustado olvidar.
Por suerte, estos niños
convertidos en adultos, los que sobrevivieron, tuvieron un final más o menos
feliz en esta historia real.
CITAS:
..y he aprendido que la
felicidad no es con lo que el destino nos obsequia, la felicidad se construye a
partir de lo que nos toca vivir.
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